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La politización de la Junta se dispara un 30 % más desde 2019: el Gobierno andaluz, con 700 funcionarios de confianza más que hace cinco años

La cúpula de la Junta de Andalucía sigue engrosando la nómina de cargos de libre designación, es decir, adjudicados sin concurso de méritos, en lugar de hacerlo mediante concurrencia ordinaria. Desde 2019, año en el que, paradójicamente, el PP de Andalucía se hizo con los mandos de la administración pública andaluza, la politización del Gobierno andaluz se ha disparado hasta un 30 % más y ya son 700 los funcionarios de confianza más que tiene el Ejecutivo autonómico en 2024, respecto a los consignaba aquel año.

El montante total de plazas asignadas discrecionalmente, o sea, a dedo, a funcionarios en el ente público, de hecho, supera ya las 3.000, cubriendo, así, como ha desvelado elDiario.es, más del 7 % del total de plazas de funcionarios que existen sobre el papel. Este año, el número de nombramientos de libre designación, ahora bien, está creciendo a un ritmo desorbitado. Hasta este pasado 18 de septiembre, la cifra de cargos de confianza contratados por el Gobierno autonómico ha sido de 425, lo que viene a suponer que algo menos del 10 % de la plantilla actual de altos cargos de la Administración designada sin atender a méritos -permitiendo la ya tradicional elección de afines- ha sido contratado durante el presente curso.

El aumento de este tipo de puestos en la cúspide de la Junta -que fue revelado, en un principio, por ABC- supone, a la postre, la politización de la dirigencia andaluza puesto que, al contrario de lo que ocurre con los funcionarios ordinarios -escogidos por méritos y capacidad-, que han de acogerse al código de ética y conducta de las y los servidores públicos, estos puestos tienen siempre presentan la amenaza del cese y esto acaba generando incentivos relacionados con la acomodación a las preferencias del directivo político y con la elusión de problemas críticos en la organización.

En otras palabras, acaba valorándose como meritoria la docilidad del candidato y del profesional a las demandas, pareceres y exigencias de aquellos y aquellas que mandan, desembocando en que estos funcionarios de confianza tiendan a mostrarse serviles y sumisos a lo que dictan las altas esferas de la estructura orgánica de la institución.

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