Las listas de espera en materia sanitaria que registra actualmente Andalucía, que alcanzan aproximadamente los dos millones de pacientes -si atendemos a los que esperan para una prueba diagnóstica (resonancia o TACs, entre otras), listado que oculta desde 2019 la Junta de Andalucía- es, indudablemente, el elemento más evidente de la alarmante problemática que vive la sanidad pública andaluza.
Pese a la frialdad con la que el Gobierno andaluz tiende a hacer uso de las modificaciones que consignan estas listas -cuando (de)crecen-, en ella hay verdaderos testimonios de lucha, tormento y calvario ante, no solo los síntomas propios de la patología de las y los pacientes, sino también la propia odisea para estos de lo que se extiende en el tiempo ser, primero, atendidos por el especialista médico en cuestión, y, segundo, tener la oportunidad de ser citados para someterse a una operación quirúrgica -si el asunto lo demanda-.
Uno de estos verdaderos ‘diarios de batalla’ podría escribirlo Ángeles Oliva, una sexagenaria sevillana, natural del barrio de Sevilla Este, a la que le fueron detectadas en 2018 una “artrosis muy pronunciada” y la rotura del menisco en ambas rodillas. Desde entonces, su día a día comenzó a estar repleto de fármacos para aliviar el dolor -puesto que los profesionales médicos le dijeron que “todavía no era de operar”- hasta el pasado mes de enero, cuando con el objetivo de ser intervenida en quirófano decidió aventurarse a coger cita para el traumatólogo en el sistema sanitario público andaluz, para que este facultativo médico pudiese derivarla a dicha operación.
Once meses después, sin embargo, nadie le ha citado aún, y los insoportables dolores continúan, amargándole a diario. Tanto, que, presente en la manifestación en defensa de la sanidad pública celebrada en Sevilla este pasado domingo 17 de noviembre, reconocía abiertamente estar “en una depresión”, “hundida”, porque lo lleva “fatal”: “No puedo andar, no puedo hacer nada”, aseguraba. De hecho, confesaba estar en la protesta “por la lucha”, “porque tengo que estar”, pero haber acudido “con los ojos de la cara” y sabiendo que el importante sobreesfuerzo hecho “va a repercutir en dolores”: “Pero, si no lo hacemos nosotros…”, aseveraba.
Oliva, que interpuso un recurso contra el SAS ante la situación que padece, recibiendo la insípida respuesta de “no podían hacer otra cosa”, advertía, además, que ver al traumatólogo será solo el primer paso, puesto que después “tendrá que esperar para que venga la operación”, ya que “otra cosa será la derivación para esta”: ¿Yo creo que ya va bien, no?”, profería angustiada en la concentración junto a su marido, Juan José Pérez, quien lamentaba profundamente el tormento que anda sufriendo su pareja: “Tiene la rodilla fatal. Viene a la manifestación con todo el dolor. Es el ejemplo que vivo en mi casa de cómo está la sanidad pública en Andalucía”.
Periodista. Magíster en Comunicación Institucional y Política. Pasé por EL PAÍS y Agencia EFE. Codirector de Espacio Andaluz (EA).