De andalucismo a oportunismo

Que lejos queda aquel 4 de diciembre de 1977, en el que miles de andaluces y andaluzas se lanzaban a las calles para reclamar autonomía de gobierno. El sentir compartido era el de reivindicar una Andalucía moderna, autonómica y con voz propia. Se trataba de un andalucismo que había estado latente durante la dictadura franquista y que se movilizaba con los primeros pasos de la democracia. Las movilizaciones ese día en las ocho capitales, y el asesinato de García Caparrós supusieron un punto de inflexión en la construcción de un sujeto político andaluz. Ese 4 de diciembre sería la precuela de un referéndum que el 28 de febrero de 1980 confirmaría el mayoritario de la ciudadanía andaluza a su autonomía y que culminaría en el Estatuto alcanzado en 1981.

Lamentablemente, hoy asistimos a un escenario mucho menos ilusionante, sin que sea objeto de estas líneas idolatrar que cualquier tiempo pasado fue mejor o que cunda la desesperanza ante un futuro incierto. Pero la realidad política andaluza nos presenta una compleja situación.

El sujeto político andaluz, o lo que quede de ese espíritu del 4D, llega maltrecho a nuestros días fruto de la constante instrumentalización que el PSOE – A ha practicado durante sus años de gobierno en la Junta de Andalucía. Por supuesto, si buscan un partido netamente andalucista, de obediencia solo a andaluces y andaluzas, poco encontramos más que rescoldos de algo que fue y no pudo ser. Finalmente observamos como el ruido político y el reciente fracaso electoral de la izquierda andaluza han terminado por socavar las aspiraciones de ese sujeto político andaluz.

Frente a este duro invierno andalucista, se presenta un Partido Popular con Juanma Moreno a la cabeza, que parece estar dispuesto a reescribir todo aquello que significó ese 4 de diciembre y el andalucismo en su conjunto. La reciente invención del Día de la Bandera de Andalucía, no deja de ser otra burda artimaña para vaciar de contenido los símbolos propios que evocan y mantienen latente el impulso andalucista. Tal es así, que en un día tan señalado para nuestra tierra, este año hemos asistido al bochornoso espectáculo en el que durante el acto convocado por el Partido Popular, impulsor de la resignificación de este día, se ha leído un manifiesto que alude a cuestiones como la Ley de Amnistía y los acuerdos de PSOE y Junts.

Este es quizás otro de los problemas que enfrentamos. Las dinámicas políticas actuales han generado tal corriente de arrastre, que ahora cualquier decisión política o proceso electoral presentan una confusión de la arena electoral donde solo prevalece la agenda política estatal marcada desde Madrid. Así pues, hemos visto como incluso en los últimos comicios municipales, los discursos pivotaban en torno a los acuerdos estatales alcanzados entre socialistas y enemigos de España durante una legislatura, replicándose este hecho no solo en las grandes ciudades, sino también, sorprendentemente, en municipios de menor tamaño.

Ante esta situación, desde la izquierda, la batalla por el relato no está siendo fructífera desde luego. Este año observamos como junto a la a manifestación que ha recorrido las calles de Sevilla de la Plataforma 4D, el PSOE – A ha decidido apostar por su propia agenda, haciendo un flaco favor a la memoria de todos los andaluces y andaluzas que salieron a la calle un día como este hace 46 años

El resultado de este andalucismo de escaparate, que pusieron en práctica los socialistas, y que bien han sabido ver desde el Partido Popular, ha tenido como consecuencia un debilitamiento del espíritu de 1977 ante tanto oportunismo andalucista. En términos estratégicos la mecánica es bien sencilla: si todos dicen ser andalucistas, el andalucismo no puede construirse en contra de nada. Si no existe adversario, la construcción del sujeto político es prácticamente inoperable. Todo esto unido a un momento excelente donde el nacionalismo español se refuerza frente a, en este caso sí, el adversario político del nacionalismo catalán. Bien es cierto que las identidades no constituyen un juego de suma cero, pero sí que, ante la predominancia de un nacionalismo español, el sentimiento andalucista se opaca aún más.

Conviene recordar las palabras de Blas Infante, quien mencionaba: “Tengamos cuidado, no vaya a venir el huracán y se lleve no sólo el símbolo, sino a nosotros”. La incógnita está ahí, logrará este andalucismo electoralista hacer desaparecer por completo al sujeto político andaluz, o los andaluces y andaluzas serán capaces de mantener la pulsión andalucista hasta que vengan tiempos mejores. ¿Será positiva esta asunción del andalucismo por parte de todos los actores políticos en la representación de los intereses de nuestra tierra?

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