La generación olvidada

Cada mes, conocemos los datos de paro dentro del territorio español y comprobamos, a través de ellos, cómo se supone que transita la economía, no solo la nacional, sino también la autonómica y provincial. Cifras que hablan por sí solas y que actualmente siguen rezumando las penurias que el tejido laboral y económico y, con ello, las familias y ciudadanos sufren.

En esta ocasión, he de reconocer que el balance no ha sido preocupantemente negativo para aquel al que suele acostumbrarnos cada año el mes de septiembre, donde tiene lugar el fin de la época de mayor proliferación turística y de mayor temporalidad productiva de la comunidad. Pese a ello, el número de desempleados ha subido en la nada desdeñable cifra de 17.679 personas. Si desgranamos, además, este dato, podemos comprobar que uno de los primeros indicadores más destacados peyorativamente es el que cifra el número de parados atendiendo a sexos. Y es que, en este mes ya caducado de septiembre, un total de 11.422 mujeres engrosaron las listas del SEPE, situándose en 1.640.863 de desempleadas. El paro masculino, por su parte, ascendió en 8.346 hombres, hasta la cifra de 1.081.605 sujetos. Son 118.023 mujeres y 101.428 hombres más en paro que en las mismas fechas de hace precisamente un año.

Más allá que el saldo no haya sido excesivamente negativo en territorio andaluz, Andalucía se ha erigido, nueva y desgraciadamente, a la cabeza con 15.949 desempleados más. Los que bien me conocéis sabéis que me gusta analizar los datos al milímetro, pero en esta ocasión no hay que ser muy avispado o avispada para comprobar que una vez más nuestra autonomía se encuentra a la cola de creación de empleo y que las mujeres volvemos a ser las más castigadas por la temporalidad del mercado laboral. Los datos están ahí y poca capacidad de refutarlos cabe. Creo menester poner especial atención a la llamada ‘generación olvidada’, o, ‘generación X’, es decir, la de aquellos individuos nacidos entre 1965 y 1981.

Dos mujeres trabajando en una oficina

Muchas lectoras de este artículo se sentirán más que identificadas con lo que quiero poner frente al espejo. Y es que la pregunta retórica no es otra que: ¿cuánto le cuesta encontrar un puesto de trabajo a este grupo de edad?

El INE revela que semanalmente las mujeres emplean 38 horas al cuidado y educación de los hijos, frente a las 23 que emplea el hombre. En cuanto a las tareas domésticas, la población femenina dedica 20 horas semanales, casi el doble que los hombres, que invierten 11. Cito previamente esto porque la ‘generación X’ femenina se caracteriza por ser la que ha sacrificado un mayor salario e, incluso, su vida personal y profesional por y para la crianza de sus hijos. Pero esta generación ahora quiere avanzar e incluso acceder por primera vez al mercado laboral y es, precisa y lamentablemente, la que mayores dificultades encuentra frente así para ello.

La realidad para muchas de estas mujeres es la paradoja del currículo. Y es que no es que no pasen las entrevistas de trabajo, es que ni si quiera son llamadas para las mismas. En los distintos portales de empleo es muy fácil comprobar como automáticamente esos currículos son descartados, no teniendo estas ni si quiera la oportunidad de responder ante las que son las virtudes y habilidades que detentan. Es frustrante, difícil de asimilar y les lleva a preguntarse constantemente su utilidad productiva o a ingresar perennemente en una espiral de frustración, tristeza e incertidumbre. Este factor, lógicamente, se extiende a muchos otros ámbitos de la vida, pero ese es un debate largo y tendido que merece ser abarcado en otra ocasión. Toca para ellas, por ende, reinventarse, volver a estudiar e, incluso, como única opción, ser una más en esa ardua carrera llena de obstáculos denominada oposición pública.

Más le valdría a las empresas, en su necesidad de encontrar personal, que fijasen su mirada en esta generación X,  tan buena en su desempeño laboral como cualquier otra de menor franja etárea y que solo necesitan -necesitamos- que les/nos brinden la posibilidad de dar cuenta de nuestras habilidades y capacidades productivas. Pregúntenle, de hecho, a una mujer mayor de 45 años, con familia a su cargo, por ejemplo, si es experta en economía familiar, si tiene capacidad de organización, si trabaja bien en equipo e, incluso, si lo lidera óptimamente; pregúntenle si tienen capacidad de negociación o planificación, compromiso o dedicación. Ahí les dejo, señoras y señores encargados/as de los diverso departamentos de Recursos Humanos, las preguntas que quizás deberían hacerles a sus futuros/as trabajadores/as. Porque no solo somos las generación X, somos la generación apestada y olvidada.

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