Blas Infante fue nombrado Padre de la Patria Andaluza en 1983 por sus innegables contribuciones, lucha y entrega -física e intelectual- para la consecución de la autonomía andaluza, frustrada, en 1936, por el golpe de Estado. Sin embargo, hay una figura, la de Luisa Garzón Casas (1915), que ha sido ignorada durante mucho tiempo, y cuya contribución a la lucha andaluza y andalucista, de la que, por desgracia, sabemos aún bastante poco, también fue encomiable. Sobre todo, durante una época en la que la figura de la mujer estaba relegada a otros lugares de la sociedad. No obstante, Luisa Garzón alzó su voz en Andalucía para que otras generaciones de mujeres andaluzas también pudieran hacerlo posteriormente.
Se conocen muy pocos datos de la vida de Luisa Garzón Casas. Nacida en 1915 en Sevilla, su compromiso político con Andalucía comienza, por lo que hasta ahora conocemos de ella, cuando aún tenía 17 años. Algo totalmente inusual en la época y, sobre todo, habida cuenta de que hablamos de una mujer. La amistad de su padre, Juan Alonso Garzón, con Blas Infante, parece ser el nexo de unión para que la joven de 17 años comenzara a escalar puestos importantes dentro del andalucismo político, llegando a estar presente en acontecimientos trascendentales del andalucismo histórico: en la Asamblea de Córdoba de 1933, que es donde se aprueban las bases para el futuro Estatuto, y donde es la única mujer que firma; y, por otro lado, en junio de 1936, en una reunión en la Diputación Provincial de Sevilla, donde se acuerda que se reiniciaba el proceso autonómico andaluz y donde se nombra a Blas Infante, por aclamación unánime, como ‘Presidente de Honor de la Junta’ que promocionaría ese estatuto.

Luisa Garzón puede ser considerada una “pionera”, tal y como la describe Eva Cataño, una de las investigadoras que puso la lupa en la pista de esta joven intelectual andaluza. “Luisa no era una mera figura decorativa, sino que tenía una voz propia dentro del andalucismo político”, concluye Cataño después de destacar la importancia que hay que concederle a la excepcionalidad de la figura de una joven de tan solo 17 años que presidía actos políticos en los años treinta del pasado siglo, así como la participación de Garzón en la Junta Liberalista de Andalucía y en una agrupación femenina en el partido Izquierda Radical Socialista. La “pena”, se lamenta Cataño, es que no se hayan encontrado textos de esta interesante figura.
Que Garzón militara en el andalucismo político tampoco es baladí, sino que puede obedecer a una cuestión de causa. La joven defendía el lema de ‘Andalucía Libre’ siendo una mujer “libre y protagonista”, reflexiona Cataño, indicando que precisamente la figura de Luisa Garzón nos invita a ver cómo ese pensamiento, dentro del andalucismo histórico, ya incorporaba cuestiones muy relacionadas con la emancipación femenina. Así lo observa, a su vez, el profesor e historiador José Luis Villar, quien ve en la figura de Garzón un claro ejemplo de la apuesta del andalucismo histórico por la emancipación de la mujer:
“En un momento en el que el patriarcado era altamente dominante en la derecha y en la izquierda, salvo contadas ocasiones, la apuesta del andalucismo político por el feminismo era decidida, e incluso adelantada a organizaciones de izquierda de su época. Es fundamental que recordemos cómo el movimiento andalucista, en las Asambleas de 1918 y 1919, en Ronda y Córdoba, respectivamente, se hace una declaración de asunción de los planteamientos de la Constitución Federal de Antequera de 1883, donde se reconoce expresamente la ‘independencia civil y social de la mujer. Toda subordinación que para ella establezcan las leyes quedan derogadas desde la mayoría de edad’. Esto es un principio del andalucismo desde sus primeros pasos”.
Esto no solo explica, tanto para Cataño como para Villar, la apuesta decidida de una joven adelantada a su época y tiempo, y en rebeldía, a su vez, con lo que la sociedad esperaba de ella, por el andalucismo, sino que evidencia el papel que Garzón jugó en aquellos años para el resto de mujeres andaluzas.
Hay que tener presente que en los años en los que Garzón se inmiscuye en la arena política el contexto era claramente hostil para las mujeres. Hasta la Constitución de 1931 no se reconoce el sufragio de la mujer en democracia y hasta 1933 no pueden ejercer, por primera vez, el derecho al voto.
Garzón dedicó su ‘militancia’ a la exaltación del espíritu andaluz, a la difusión de su cultura y a labores pedagógicas, como puede atestiguarse con su presencia en múltiples actos y conferencias, donde participaba activamente como oradora. En 1932, además, podemos encontrarla presidiendo un acto con la pléyade del andalucismo del momento y en el que representa a la Agrupación Femenina de Sevilla. También fue una de las firmantes -la única mujer- del manifiesto de creación de la Federación Autónoma de Municipios Andaluces (FADMA) cuyo objetivo era el de desarrollar proyectos municipales, sin carácter ideológico, para expresar la “libérrima voluntad de los municipios federados de sus comarcas” en andaluz.
Sin embargo, esta precursora del feminismo andaluz ha estado en un segundo plano durante mucho -demasiado- tiempo. En opinión de Cataño, a causa de las “narrativas imperantes en nuestra sociedad”, unas narrativas que comienzan a cambiar y que, gracias a la investigación, educación y memoria democrática, podemos empezar a rescatar. “No se trata de mirar tanto al pasado con la nostalgia sino de cómo podemos conectar hoy con una historia viva, potente y que todavía tiene mucho que decirnos. Luisa es una mujer que luchó por darle voz a toda una generación de mujeres andaluzas que la había perdido”.

Luisa Garzón murió con 49 años en Sevilla. Una mujer pionera, adelantada a su tiempo y, presumidamente, de una inteligencia superlativa, que ha estado escondida en el baúl del tiempo sin que consideráramos su encomiable contribución al crecimiento y difusión del papel de la mujer en la sociedad andaluza. En una época convulsa, en un territorio débil, con unas dinámicas especialmente patriarcales, conservadoras y tradicionalistas, Garzón dejó atrás los arcaicos prejuicios de una sociedad a la que rápidamente superó y que trataron de atarla y se zambulló en la vorágine política de la Segunda República trabajando para construir una Andalucía con más poder y autogobierno. Su trascendental figura, de la que aún conocemos poco, y su enorme -y simbólica- contribución, pueden llevarnos a calificarla, sin ningún tipo de tapujos, como Madre de la Patria Andaluza.


Periodista todoterreno especializado en comunicación política. Tratando de interpretar la actualidad con la mirada puesta en el sur.
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Codirector de Espacio Andaluz.