Fue durante la segunda jornada de la huelga de los trabajadores del metal en Cádiz, el pasado viernes 20 de junio, pero no por ello le ha impedido auparse como uno de los lemas de toda la clase trabajadora del metal en lucha por la mejora de las condiciones laborales que sufren a manos de la patronal de empresarios del sector en la provincia gaditana.
«Mi padre huele a rutilo. Llevamos 40 años luchando». Nueve vocablos, entre cifras y letras, que fueron proferidas por uno de los empleados del metal, hastiado, agotado, de una nómina histórica de desmanes, entre incumplimientos y obstáculos a los avances en términos de derechos laborales de la patronal a sus profesionales, ante la mirada impertérrita del alcalde de la capital gaditana, el dirigente popular Bruno García.
Un primer edil gaditano que, para colmo, apenas se limitó a recurrir a la mayor de las correcciones políticas, la de saberte mucho más próximo al empresariado que a la clase trabajadora de la ciudad que gobierna y del resto de la provincia: «Es mejor que dialoguéis y lleguéis a un acuerdo».
El instante (recogido por las cámaras de RTVE) representa perfectamente la completa ambivalencia entre los aires e intereses de la mayoría social trabajadora andaluza y los de la clase política que regenta actualmente la localidad (el propio Bruno suma 18 años ya en la política, «de cargo en cargo», como recordaba hace meses su inmediato predecesor, Kichi.
Vídeo: Malas Lenguas (TVE)

Periodista. Magíster en Comunicación Institucional y Política. Pasé por EL PAÍS y Agencia EFE. Codirector de Espacio Andaluz (EA).