La romántica e idílica imagen de los jóvenes contribuyendo económicamente a sus padres con sus primeros salarios se desvanece en la actualidad, revelándose más utópica que real. Nuestra generación se enfrenta a una realidad drásticamente diferente a la de nuestros padres, una realidad que se materializa en una constatación desoladora: somos, en términos reales, una generación más empobrecida que la anterior. Las cifras respaldan esta afirmación; aproximadamente dos tercios de aquellos mayores de 60 años sienten que brindan más ayuda a sus hijos de la que recibieron de sus propios padres. Un 51% confirma haber apoyado financieramente a sus hijos para independizarse, y un 72% para su formación.
Es cierto que somos la generación que ha podido disfrutar del Erasmus, del Interrail, del Carnet Joven o del Bono Cultural, pero nuestra generación es también la que lucha todos los días para llegar a fin de mes, la que trabaja mientras estudia, la que enfrenta dificultades para ahorrar y mucho menos la que puede permitirse el “lujo” de adquirir una vivienda propia. Y no, esta situación no se debe al café de 35 céntimos de la máquina de la universidad.
Resulta desconcertante observar cómo los medios de comunicación utilizan anglicismos a diario, enmascarando la realidad con eufemismos como “coliving” y “coworking” para dulcificar la pobreza juvenil. No elegimos cambiar de trabajo cada tres meses por gusto, sino que nos vemos forzados a hacerlo porque los contratos no se renuevan. No compartimos piso por elección o alquilamos habitaciones simplemente por placer; lo hacemos debido a la precariedad salarial que nos obliga. No es que rechacemos la idea de formar una familia y tener hijos, sino que nos resulta impensable traer a una persona al mundo sin contar con un mínimo de estabilidad y seguridad económica.
Somos una generación que no ha conocido más que crisis financieras sucesivas. Estas crisis han dejado cicatrices profundas: inseguridad laboral, trabajos precarios y una pérdida constante de poder adquisitivo. Todo ello mientras los salarios no siguen el ritmo del aumento del costo de vida.
La cuestión no es solo si es justa esta situación; la verdadera pregunta radica en si es sostenible que la generación más preparada de la historia deba emigrar debido a la falta de oportunidades en nuestro propio país.
Para aquellos que defienden la Constitución a capa y espada, este también es un asunto constitucional. Los jóvenes no exigimos más de lo que nos corresponde; simplemente buscamos condiciones dignas que nos permitan el libre desarrollo de nuestra personalidad, tal como garantiza nuestro texto constitucional.
Juventudes Socialistas de Huelva es una organización centenaria compuesta por jóvenes que creemos en la Democracia, la paz, y la igualdad.
Pertenecemos a la federación de Juventudes Socialistas de Andalucía, la más importante de todas las que componen las Juventudes Socialistas de España.
Somos internacionalistas y republicanos, y creemos firmemente en los jóvenes y las jóvenes, y por eso trabajamos por y para ellos.