Una España republicana es una Andalucía federal

A unos días de que la princesa Leonor haya jurado la Constitución como heredera al trono y a un mes de reivindicar y celebrar otro histórico 4 de diciembre, solo podemos reivindicar lo propio: una España republicana es una Andalucía federal. Porque romper con el modelo monárquico impuesto con disimulo por el aparato franquista y pasar a un modelo republicano federal no es solo cambiar a un rey o reina por un Jefe o Jefa del Estado que todas votemos. Es reconocer que España es una porque son veintiuna. Porque las nacionalidades históricas de nuestro país suponen riqueza cultural. Porque federal significa tener una propuesta alternativa al nacionalcatolicismo como base de la identidad española que nos estanca en un modelo monárquico con arraigo medieval.

Los Borbones a las elecciones

En España el liberalismo del siglo XIX y el fascismo español en el s. XX construyeron un relato en el que, la historia de España, lejos de ser la historia del pueblo es historia de la construcción de una monarquía católica y unitaria. Pero «[…] podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos” Salvador Allende. Esto no quiere decir otra cosa que España está a un salto de un cambio. De un cambio a futuro. De un horizonte republicano.

Para empezar, lo que estamos hartas de repetir. Para construir una democracia real y participativa deberíamos tener todas la posibilidad de votar a la persona que nos represente como Jefe de Estado. Y no una familia impuesta por la dictadura franquista, que solo en Andalucía el genocidio sumó 45.566 ejecutados por los golpistas y tirados en 708 fosas comunes, más de 50.000 refugiados, unos 100.000 trabajadores esclavos, más de 60.000 expoliados, 60.000 asesinatos políticos y 1.500 en campos de concentración nazis.

Un Estado republicano y federal que promueva la paz y la solidaridad internacional, capaz de afrontar solidariamente la resolución de los problemas. Como por ejemplo teniendo un jefe de Estado que reconozca en estos momentos junto al presidente del Gobierno al Estado Palestino frente al genocidio que está cometiendo Israel. Y no un jefe de Estado como Juan Carlos I, que fraguó su fortuna con la venta de armas manteniendo relaciones comerciales con Colón de Carvajal y Khashoggi.

Para terminar,  una república federal supondría reconocer la plurinacionalidad del país, las nacionalidades históricas, la diversidad de lenguas y culturas. Y supondría sobre todo que se iba a terminar eso de que un vasco ingrese un 50% más que un andaluz o un extremeño solo por esa antagonía norte/sur.

Felipe VI, Leonor y la reina Letizia sobre una imagen de una manifestación en Andalucía
La monarquía española frente a la soberanía civil manifestándose en las calles andaluzas

Federalismo es hablar de las cosas del comer, no (sólo) de banderas

El 28 de febrero de 1980 tuvo lugar el referéndum en el que Andalucía conquistó su autonomía. El 55,80% del censo votó por el SÍ a la autonomía. Se materializaba así lo que andaluces y andaluzas clamaban aquel 4D llenando las calles de las ocho provincias: la necesidad de reconocer una nacionalidad histórica que escape del subdesarrollo económico al que los señoritos tenían sumida a Andalucía.

Parece que a un mes de este 4 de Diciembre de 2023 debemos seguir dejándolo claro. El debate de la plurinacionalidad no puede quedar en una batalla identitaria más. Sí en una batalla ideológica que se traduzca en lo material. En un modelo de Estado federal con nacionalidades históricas, como Andalucía, que se consiguió bajo las consignas de Pan, Trabajo y Libertad.

No podemos permitirnos jugar a que todo se centre en lo simbólico y emocional mientras la realidad material de la clase trabajadora vuelve al segundo plano. Como sujeto político la clase trabajadora, siempre. Que después pasa lo que pasa: que la bandera y el acento lo puede sacar tanto un andalucista como uno del Partido Popular. Como Juanma Moreno intentando apropiarse del 4D llamándolo ‘Día a de la bandera’ y copando el día de celebraciones institucionales donde su cara solo falte por salir estampada en una bandera al lado de las columnas y los leones. El PP de Andalucía ha entendido bien cómo funciona eso de la domesticación de los procesos rupturistas. Llevar el relato a lo simbólico para que no se hable de la seña del día; del conflicto de clases, del asesinato de Caparrós como sindicalista de CCOO.

En 1999, la multinacional holandesa Heineken compraba el 88% de Cruzcampo por 145.000 millones de pesetas (871 millones de euros). Sí, las empresas también hacen política. A través de la externalización y la deslocalización de empresas a otros países y rompiendo las grandes plantillas, lo que se busca y se acaba encontrando es romper con la acción colectiva. A través de esa acción colectiva y los sindicatos es la forma mediante la cual se le hace contrapeso al poder de la patronal. Vamos, que es la forma de decirle a la patronal que frene, que los trabajadores son más que mercancía y que hay una cosa llamada derechos laborales. Pero esto del modelo productivo andaluz nos llevaría a otro artículo sobre cómo dejar de ser la playa de Europa.

Heineken despedía en plena pandemia a 106 trabajadores en toda Andalucía. A la vez, en los mismos días, Cruzcampo sacaba un anuncio con un vídeo con deepfake donde Lola Flores habla del acento andaluz y de tener poderío. Despidos con acento. Y aun así eran muchos los que se autodefinían como andalucistas mientras aplaudían el anuncio sin analizar lo que estaba ocurriendo con los trabajadores de la empresa.  La publicidad recurre al activismo para hacer sus productos más atractivos. Cada 8 de marzo vemos a las grandes marcas teñidas de morado, por ejemplo. Esto es lo que hace Cruzcampo con la identidad andaluza y por esto es un error garrafal que ciertos grupos políticos les tengan como referentes. Porque la identidad andaluza existe, pero la clase trabajadora también. Y la clase trabajadora debe existir tanto en sí misma como para sí misma para construirse como sujeto político del cambio. Del cambio hacia la república federal que sepa a futuro.

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