Artículo de opinión de Grecia, andalucista, arqueóloga e intérpetre del patrimonio: "Cleopatra"

«Cleopatra»

¡Vender una Cleopatra en dos pesetas para poder almorzar!

Así dice uno de los personajes que imaginara Rubén Darío en su Azul, dolido por tener que supeditar lo elevado de su arte a la necesidad. Precisamente le duele en especial su boceto de la reina ptolemaica, por la grandeza de la retratada. Curiosidades de la mente, en la mía se acaba trocando Cleopatra por Andalucía. Tan rica, tan hermosa, tan noble, tan regia. Tan maltratada por dos pesetas…

Qué cansada estoy de este relato, de verme en la obligación moral de continuar repitiéndolo. ¿Cuántas décadas llevamos con lo mismo? ¿Cuántos siglos? ¿Qué ha cambiado? Bendito siglo XXI, que nos permite tener cada vez más constatado, a través de métricas e informes, que Andalucía sigue siendo el culo del país. Récords de pobreza, de analfabetización, de falta de inversiones y oportunidades, de dramas y escarnios varios que bajo el reluciente sol andaluz es imposible ocultar.

Eso sí, que no nos falte el tópico de la guasa para hacerle frente. Y no porque el tópico no tenga visos de realidad: el humor andaluz es una actitud defensiva ante la vida, un reírse del constante acecho y ahogo de la miseria. Pero la guasa, a menos que nos metamos en comedia, no da de comer. Ni dirige una comunidad. No nos valen las pullitas de un Parlamento que a menudo se queda corto en sus labores, ni los comentarios graciosetes de insignes enchaquetados en ruedas de prensa (los cuales suelen aplicar eso de ‘a dios rogando y con el mazo dando’, porque te cuento el chiste mientras te doy un varapalo), ni los anuncios de inversiones grandilocuentes que sabemos que ni empezarán a tramitarse.

¿Y entretanto? Entretanto hay apellidos de supuesto lustre que nos secan Doñana. Y detrás, va Andalucía entera. Vemos bajar dramáticamente los niveles de los pantanos que nos dan de beber, mientras nos anuncian una próxima desertificación. Nos arrancan, cortan, mutilan, talan árboles cada día, proveedores de la sombra y el oxígeno que tanto necesitamos. Acciones casi todas las veces evitables, como constatan los informes que reiteradamente los gobernantes deciden ignorar. Vemos menos calles estrechas y más ensanches, menos bancos y más hormigón, menos plazas y más veladores, menos vecinas y más turistas.

Vemos subir dramáticamente las muertes por golpes de calor, el retraso de la edad de independización, la falta de médicos y profesores, la subida de los precios de los alquileres, de la comida, del agua, de la luz, del butano. Una hostilidad constante y creciente contra la ciudadanía que, si bien es generalizada, aquí se ceba más aún, porque tenemos menos con qué defendernos. Hay pocos recursos y no se muerde la mano que te da de comer. Pero… ¿de verdad te da de comer? ¿O te echa unas migas para creer que sacias el hambre, dejándote siempre con un poco de ella? ¿Conviene más un pueblo satisfecho o uno hecho a la miseria?

Andalucía no paga traidores, se dijo una vez. Lo que no se dijo es que esos traidores, aunque no sean pagados, roban. Roban dinero, oportunidades, recursos, salud, vidas, ilusión, esperanza. Roban futuro y presente. Roban dignidad. Cleopatra, hoy admirada por la historia, fue denostada por Roma y su imagen distorsionada. Aun cuestionada por reinar siendo mujer, reivindicaba su derecho y controlaba su imagen. Era una excelente diplomática y una mujer culta, identificada con su pueblo. Y lo que es más importante, regía el país que mayor aporte de grano hacía al imperio. Querer decidir  sobre su tierra, escapar al control imperial, fue su perdición. Finalmente se suicidó para evitar verse humillada por las calles de Roma a modo de trofeo.

Esa Cleopatra preservó su dignidad.
¿Qué pasará con la nuestra?

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