El estreno de este 2024 nos ha dejado un escalofriante informe del Consejo de la Juventud de España que arroja datos catastróficos para los y las jóvenes. Un fiel reflejo de la precaria situación estructural que desde hace años viven quienes aún lo tienen todo por hacer: formarse en condiciones óptimas de calidad, encontrar trabajo estable con sueldo digno y acceder a una vivienda acorde a los niveles de vida que marca el día a día.
Suelo defender firmemente que ningún tiempo pasado fue mejor que el que vivimos. Bien es cierto que todo hay que verlo con detalle y por separado, pero no quiero que las conquistas pendientes de nuestra generación se basen en la nostalgia. Abusar de la nostalgia puede anclarnos al pasado de forma peligrosa, obsesionarnos con una pequeña parte de la foto y perder la perspectiva de los horizontes que tenemos por delante.
Sí, parece ser que nuestros padres consiguieron más con menos. ¿Pero tenemos que aspirar a replicar el presente que tuvieron nuestros padres? Sería un error establecer un paralelismo entre las condiciones socioeconómicas de hace 25 años con las de ahora. Factores como las coyunturas derivadas de estar en la primera línea de un mundo híper globalizado, sufrir efectos como los que provoca un cambio climático cada vez más acusado o las consecuencias nefastas de fenómenos como el turismo masificado nos presentan, de entrada, un escenario distinto al de nuestros padres.
No obstante, me encuentro en la convicción de que si fuéramos analizando cada factor por separado nos daríamos cuenta de que, por lo general, el progreso ha llegado a niveles mucho más superiores que los que vieron nuestros padres en su momento. Pero está claro que en algún punto del camino las cosas se hicieron mal (o dejaron de hacerse) y ha terminado afectando a la juventud de una forma mucho más notable. En algún momento se rompió el puente que debe conectar el ámbito educativo con el mercado laboral para, en la mayoría de ocasiones, ofrecer a la juventud pésimas condiciones de trabajo.
También, en algún momento, la ferocidad de distintos protagonistas ha hecho que la vivienda se convierta en un artículo de lujo incluso para estudiantes si su universidad se encuentra en ciudades como Madrid. El informe mencionado con anterioridad revela que la tasa de emancipación de la juventud española es de un 15,9 %, mientras que la media europea se encuentra en el 31,9 %. Un dato especialmente desolador que debe hacernos pensar en una estrategia de país ambiciosa para revertir esta dramática situación. Otro dato del informe que dibuja nuestro día a día es que la juventud se encuentra infra representada en la política.
Sendas afirmaciones me conducen inevitablemente a una conclusión rotunda: tenemos que estar en política porque solo la juventud puede aplicar con fidelidad la situación que vive día a día. Y tenemos que estar, sea cual sea el sitio, para trabajar por un proyecto de vida y futuro que se base en lo que aún está por ser y no en lo que fue, aunque el objetivo sea alcanzar las supuestas cotas de calidad que tuvieron nuestros padres.
Jóvenes socialistas trabajando por y para la provincia de Jaén