Pertenezco a una generación que vivió en sus casas el proceso de transición, el curso de la aprobación de la Constitución, el “calla niña que de eso no se habla”, el golpe de Estado y, también, el miedo que sentían padres y madres cuando comentábamos las y los adolescentes que queríamos acudir a manifestarnos libremente. Temían tremenda pero lógicamente el ataque de los grises, llegándonos a prohibir el acudir a ellas. Nosotros, aún pequeñajos y pueriles, no entendíamos el porqué, pero, con el paso de los años, lo íbamos comprendiendo. Aún recuerdo a mi padre en su sillón verde el día del golpe de Estado. Fumaba como un descosido. También tengo nítidamente en mi rémora cognitiva cómo mi madre preparaba café, mientras yo permanecía a la vera de su falda sin llegar a entender qué ocurría.
Ahora bien, cuando vas cumpliendo años, vas descifrando muchos miedos de aquella España que se veía en blanco y negro. Una luz y un prisma que inevitablemente, eso sí, es solo efímero y temporal, pues al anotar anualidades uno decide tener hij@s, como yo misma hice, y madre mía qué diferente es la perspectiva desde el otro lado. Y estoy convencida, de hecho, de que muchos y muchas ciudadanas de mi generación se van a sentir más que identificadas con aquello que escribo.
Llegaron, además, nuevas realidades: internet, redes sociales…Mi hija mayor cumplía 15 años. Estaba, como lo estuve casi una treintena de años antes, en plena pubescencia. Aún retumban en mi memoria las palabras de una orientadora en el instituto ante mi desconcierto y desconocimiento sobre cómo enfrentar ese nuevo escenario. Aún puedo evocar perfectamente cómo al decirle que yo con 15 años no estaba pendiente de las redes sociales, ella, automáticamente, me dijo: «‘STOP’, tu mundo de 15 años no es el mundo de 15 años de tu hija. Tu mundo ya no existe» Me acuerdo perfectamente. Aquellas palabras me permitieron abrir mi mente y entender más si cabe aún a mi padre y a mi madre.
Quería contaros esto porque la España que existe hoy por hoy no tiene nada que ver con aquella España de 1978 donde se firmó nuestra débil, ambigua y difusa Constitución, y donde nacimos y crecimos una generación que, en algunos casos, añoramos nuestra forma de relacionarnos socialmente. Un concepto que no es mejor ni peor a lo que hay hoy, simplemente diferente.
Lo que estamos viendo en las protestas violentas de esta semana contra las sedes del PSOE es la presunta defensa de España. No se dan cuenta de que la España que reclaman es en blanco y negro y que la que realmente se materializó el pasado 23 de julio nada tiene que ver con aquella. Más de 12 millones de españoles pidieron una España que avance en derechos, libertades e igualdad, precepto principal del artículo 1 de la Constitución.
No quiero volver a aquella época de miedos, de desigualdades entre mujeres y hombres, de aquello “de eso no se habla”. Quiero para mis hijos un mundo de color, de libertades y de igualdades. Esa quiero que sea mi herencia. Quiero que mi legado sea un mundo mejor, digno de vivir, donde la convivencia sea la premisa principal. Ahí me encontrareis quitando el Blanco y negro y coloreando la vida de brillantes colores.
Madre, feminista y andalucista nacida en Baena, Córdoba. Integrante de Iniciativa del Pueblo Andaluz, organización en la que ingresó, en 2018, por su vertiente autonómica, feminista y ecologista. Ha sido propietaria y directora de una academia de danza.