Pasada la fallida investidura de Feijóo e inmersos ya en las negociaciones que harán Presidente (o no) a Pedro Sánchez, nos cabe hacer una reflexión sobre la ya estructural sobreactuación con la que el PP se desenvuelve en la política de España.
Digo estructural porque a la vista está que no es pasajera. Se fue Casado y creímos que con la llegada de Feijóo veríamos un PP que, al menos, se toma con más seriedad el día a día de lo que acontece.
El telón de fondo que debemos ser capaces de identificar es el de la continua lucha de facciones -la dura y la moderada- que siempre obra a espaldas del que ostenta la presidencia del PP. Yo, al menos, me creo que las intenciones con las que llegó Feijóo. Y es que en los compases de las primeras semanas de su mandato orgánico podía verse intención alguna de renovar el CGPJ y marcar una línea propia y diferenciada de la de su antecesor. Pero algo pasó. Las negociaciones saltaron por los aires y volvieron a la palestra las más que notables pulsiones que abanderan dirigentes como Ayuso.
El PP ha vuelto a vivir esta lucha en semanas anteriores cuando a Feijóo le tocó negociar su investidura. Con acierto, bajo mi criterio, el líder popular entendió que debe normalizar sus relaciones con el entorno independentista para salir del aislamiento que vive la formación en el Congreso de los Diputados. Pero de nuevo, algo pasó. A la vista de que para nada podía contar con los votos catalanes -algo que ya sabíamos- volvió a hacerse notar la pulsión más reaccionaria del PP.
Simplemente dos hechos que nos indican las muchas caras del PP con las que intenta sortear (sin éxito) las distintas circunstancias que va marcando la política española. Y ahí está el verdadero problema. Un problema que viene arrastrando sobre todo desde la irrupción de VOX: un problema de identidad.
Tenemos como principal formación de la derecha a un partido que no ha sabido renovar los equilibrios que le rodean en cuestiones como la llegada de nuevos derechos sociales a la vida de los españoles, como por ejemplo la eutanasia. Es un PP que sigue anquilosado en sus anticuados valores y que no ha sabido actualizarlos a los tiempos que corren.
Esa es la diferencia entre la derecha del PP y la derecha, por ejemplo, del PNV. Y es que los vascos han conseguido maridar sus políticas de derechas con la llegada de nuevas conquistas sociales que, al igual que otras, jamás se irán.
Con estas líneas quiero abordar la segunda parte de este texto: la obsesión del PP por judicializar la política.
Muchas, y sonadas, son las derrotas del PP en el Tribunal Constitucional, donde siempre acude para ganar lo que pierde en el Congreso de los Diputados. Y es que el PP ha recurrido en el Constitucional cuestiones como la eutanasia, el establecimiento del régimen jurídico aplicable al Consejo General del Poder Judicial en funciones, el ingreso mínimo vital entre otras muchas. Pero además, en su palmarés queda el revés que se llevó por parte del Tribunal Constitucional cuando no se le dio la razón en referencia a la Ley de Matrimonio entre personas del mismo sexo.
Esta es una deriva de la que el PP no ha conseguido salir. Sin haber texto sobre la supuesta amnistía, Feijóo ya ha anunciado que la recurrirá al Constitucional. Mucho me temo que el PP se acerca, de nuevo, a una derrota judicial.
Sigue sin comprender que los problemas políticos necesitan política, algo de lo que, parece ser, la derecha española ha renegado.
No sabemos si habrá amnistía o no. Y de haberla, cuáles serán los términos. Pero en el caso de que haya, será dentro de los límites legales que establece la Constitución.
Llegados a este punto, el PP debería dejar de hacerse trampas al solitario, porque es mentira que la amnistía no quepa en la Constitución. Sí cabe, es competencia del legislativo (al contrario que los indultos que lo es del Ejecutivo) y, de hacerse, debe tener como principal premisa no conculcar los principio de la Carta Magna.
Y, por otro lado, la derecha debe dejar de mentir a la población. España no se rompe y, si sucediera algo remotamente parecido, la democracia tiene herramientas suficientes para defenderse como el Tribunal Constitucional, ese lugar donde tantas derrotas acumula el PP.
Y Moreno Bonilla, ¿qué cara es la que usa? ¿la del moderado? ¿la más conservadora? Lo que sabemos es que en estos momentos galopa a lomos de los mismos postulados que su compañera Ayuso.
Jóvenes socialistas trabajando por y para la provincia de Jaén