Cada tiempo tiene su afán, sus horizontes y sus conquistas pendientes. Un devenir histórico que tiene como objetivo que las generaciones futuras vivan mejor que las pasadas. Y eso, en estos tiempos, adquiere más importancia que nunca.
La vivienda es seguramente, hoy en día, la gran conquista pendiente de nuestra generación. Un verdadero obstáculo que se convierte en una losa insalvable para la completa emancipación de la juventud.
Debemos realizar entre todos/as un ejercicio que nos permita entender la importancia del acceso a la vivienda. Y este no es un ejercicio que simplemente pueda quedarse en la superficie de la cuestión. Hay que entender la vivienda como una cuestión transversal que alinea otros factores tan importantes como el ocio, el trabajo digno, la educación de calidad y los servicios públicos.
Tenemos por delante toda una dimensión que debemos ser capaces de encajar. No solo se trata de resolver la problemática de acceder a la vivienda con precios asequibles, que también. No solo se trata de conseguir un mercado que oferte viviendas dignas y de calidad, que también. No solo se trata de acabar con la especulación sin escrúpulos, que también.
Se trata de comprender, sociedad y fuerzas políticas, que el acceso a la vivienda debe ir acompañado también de garantías como contratos estables, salarios dignos, ofertas educativas atractivas, servicios públicos básicos y el innegable derecho al ocio.
Todo eso debe aderezar el entorno del acceso a la vivienda. Avanzar en nuestro estado del bienestar convirtiendo la vivienda en otro pilar fundamental. Es obvio, ¿no? Nos equivocaríamos por completo si nuestra estancia en la ciudad o municipio donde nos asentemos no ofrece una atención médica de calidad. O supone un estancamiento laboral para la juventud. O si apenas encontramos servicios públicos básicos.
Claro está, es de suponer que cuestiones como estas se encuentran resueltas en grandes ciudades, con excepciones como la sanidad, que a día de hoy aún se encuentra en entredicho dependiendo del territorio.
Pero esta lucha tiene una segunda pantalla que debe hacernos dirigir la mirada hacia otro lugar. Un lugar que está fuera de las grandes ciudades, de los grandes núcleos urbanos. Tenemos que mirar con responsabilidad hacia el entorno rural de, en este caso, Andalucía y sus provincias.
En nuestro caso, Jaén, presenta un entorno eminentemente rural. La mayoría de sus municipios son pequeños: desde poblaciones que van hasta los 600 habitantes (Espeluy) hasta una amplia gama de pueblos que rondan los 1.500-3.000 habitantes.
Encontramos otro abanico que abarca aquellos que superan los 5.000 habitantes y va hasta los 10.000 o más. Tan solo contamos con seis municipios que superan los 20.000 habitantes: Jaén, Linares, Andújar, Martos, Alcalá la Real y Úbeda. De estos seis, solo dos superan los 50.000: Jaén y Linares.
Un breve escrutinio que nos permite visualizar la conformación de nuestra provincia.
Con esto, podemos entender de mejor forma la segunda pantalla a la que me refería. Y es que la vivienda (y todos los elementos que deben rodearle) también debe ser una realidad en nuestros pueblos.
Un estudio de la Diputación de Jaén revela que la mayoría de jóvenes que abandonan sus municipios lo hacen por motivos laborales. Además, revela que la mayoría de los que se van lo hacen en contra de su voluntad y, que de ser posible, se quedarían en el lugar donde nacieron.
En conclusión, debemos procurar condiciones dignas para que la juventud pueda vivir con estándares mínimos de calidad en la ciudad, pero también debemos seguir vertebrando el territorio con las políticas que sean necesarias para que un joven pueda vivir con los mismos estándares en el lugar donde nació. Son las dos caras de esa moneda llamada emancipación.
No podemos permitir que haya una emancipación de primera y otra de segunda. Y me refiero a que los entornos rurales deben seguir teniendo garantizadas cuestiones como la educación para sus jóvenes. Deben seguir avanzando en cuestiones como la conectividad. Deben seguir teniendo a su alcance ofertas de ocio y culturales. Deben seguir garantizando atención médica de calidad. Todo esto se hace creyendo en estas causas. Cuando no se hace, suele sucederle el desmantelamiento de servicios como los mencionados.
Y cuando no sea posible implementar un determinado servicio en los entornos rurales, debemos seguir apostando por la comunicación, ya sea por carretera o por cualquier otro transporte público, para que nadie esté demasiado lejos de nada.
Hablando de creerse cosas, ojalá Moreno Bonilla empiece a creerse que el Bono al Alquiler Joven es una gran medida que viene a paliar el difícil acceso de la juventud a la vivienda.
Jóvenes socialistas trabajando por y para la provincia de Jaén