La deshumanización de los niños y niñas inmigrantes no es simplemente un fenómeno alarmante; representa un síntoma de una enfermedad social alimentada por la retórica incendiaria de líderes de extrema derecha como Vox. En un momento en que la empatía debería ser nuestra guía, nos enfrentamos a una narrativa que convierte a estos menores en meras estadísticas, en objetos de temor y división. ¿Cómo hemos permitido que los rostros de la infancia se conviertan en el telón de fondo de un discurso de odio?
La falta de humanidad hacia estos niños y niñas refleja un desprecio por los derechos humanos fundamentales y un ataque directo a los valores esenciales de justicia y dignidad que deberían orientar nuestras sociedades. Desde el ascenso de Vox en la política española, hemos sido testigos de un lenguaje que reduce a los inmigrantes, incluidos los menores, a simples cifras en una crisis que ellos mismos han creado. Términos como “invasión” o “amenaza” se utilizan de manera sistemática para justificar políticas que despojan a estos niños de su humanidad y derechos.
En un discurso reciente, uno de sus líderes llegó a afirmar que la inmigración era un “problema” que debía ser “controlado” de forma estricta, ignorando que detrás de cada caso hay historias de familias, sueños y aspiraciones de una vida digna. Es importante subrayar que no existe tal cosa como una “migración ilegal”. Las personas que migran lo hacen por necesidad, a menudo huyendo de situaciones de violencia, pobreza extrema o persecución. Las fronteras son construcciones humanas y no deben ser utilizadas para despojar a los individuos de su dignidad.
Este tipo de lenguaje no es inocente; es fundamental en la creación de realidades. Las palabras tienen el poder de moldear percepciones y actitudes, y el uso de un lenguaje deshumanizador contribuye a normalizar la violencia y la exclusión. Este tipo de discurso se traduce en políticas deshumanizadoras que han tenido consecuencias devastadoras. La separación de familias en las fronteras, la detención de menores en condiciones inhumanas y el rechazo sistemático a su derecho a una vida digna son solo algunas de las consecuencias directas de esta retórica.
En España, según datos del Ministerio del Interior, en 2022 se registraron más de 11,000 llegadas de menores no acompañados, muchos de los cuales enfrentan una vida en centros de acogida con condiciones precarias y falta de recursos. Además, la ONG Save the Children ha informado que aproximadamente el 70% de estos menores han sufrido algún tipo de trauma durante su viaje, lo que impacta profundamente en su bienestar emocional y desarrollo.
La ideología de Vox también promueve la idea de que estos niños son una carga para nuestra sociedad. Sin embargo, esta perspectiva a corto plazo ignora el valor humano y el potencial que cada uno de ellos representa. La realidad es que los niños inmigrantes, cuando reciben apoyo y oportunidades, pueden convertirse en ciudadanos productivos que enriquecen nuestras comunidades. En pleno siglo XXI, hay líderes que utilizan su poder para propagar el miedo y la división, en lugar de fomentar la solidaridad y la inclusión. La deshumanización de los niños y niñas inmigrantes no solo es un ataque a ellos, sino que también representa un ataque a nuestra humanidad colectiva. La sociedad española no puede permitirse caer en esta trampa de odio y resentimiento.
Por lo tanto, es crucial que la ciudadanía se movilice y exija a los dirigentes de Vox y de otras fuerzas de extrema derecha que abandonen esta narrativa deshumanizante. Debemos recordarles que todos los niños y niñas, sin importar su origen, merecen respeto, protección y oportunidades para desarrollarse plenamente.
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